En enero de 2013 el Banco de España puso un techo al rendimiento de los depósitos. El objetivo era evitar que la fuerte competencia por el pasivo (financiación) mermase la rentabilidad y solvencia de las entidades de crédito. La medida le ayudó en su propósito de fortalecer los ratios de capital de los bancos, pero por el camino benefició a las entidades y perjudicó a los usuarios de banca.
Ahora pretende intervenir en el otro lado del balance, en el activo de las entidades. Quiere evitar que presten a tipos de interés muy bajos. Si lo consigue beneficiaría a los bancos y perjudicaría a quienes piden crédito (empresas y particulares).
El papel del Banco de España ha cambiado en los últimos años, actualmente es doble. Por un lado, ayuda en la supervisión al BCE y por el otro, debido a la ausencia de unión política en la eurozona, debe negociar con los reguladores europeos el mejor trato posible a las entidades españolas para evitar que sean penalizadas respecto a los bancos de otros países. Esta segunda función provoca que, en toda Europa, cada vez haya mayor afinidad entre el supervisor nacional y las entidades. Es natural porque comparten objetivos.
A pesar de ello, los supervisores nacionales no deben olvidar su función pública. No pueden alcanzar su objetivo (solvencia) a costa de los usuarios de banca. Deben velar por la solvencia del sector con una normativa ajustada a los riesgos que no interfiera en la competencia de las entidades para no poner restricciones al desarrollo del sector.
La limitación del tipo de los depósitos funcionó relativamente bien para los intereses del supervisor y de los bancos españoles porque las únicas entidades que no cumplieron (portuguesas) tenían una cuota de mercado reducida.
Poner coto a los créditos generaría más problemas. Por un lado, impulsaría el crecimiento de la banca en sombra (no regulada) frente a la banca tradicional. Por otro, perjudicaría la competitividad de la economía española. Las empresas nacionales tendrían que pagar más por los créditos que sus competidores extranjeros.
En cualquier caso, lo de menos es si el Banco de España alcanza su objetivo o no, lo importante es que no debería poder hacerlo de esa manera. Ningún supervisor debiera poder reducir la intensidad de la competencia en el sector que vigila. Debe utilizar otro tipo de medidas.
Hay muchas formas de controlar a las entidades de crédito. Se pueden aumentar los ratios de capital, de liquidez, las ponderaciones aplicadas en los ratios, el volumen de activos que asumirían pérdidas en caso necesario, reducir la concentración de riesgos, controlar los incentivos de los directivos, separar actividades (banca minorista respecto a banca de inversión) y un larguísimo etcétera.
En conclusión, los supervisores tienen muchas alternativas para hacer bien su trabajo sin necesidad de perjudicar directamente a los usuarios. En este caso el fin (entidades más solventes) no justifica los medios (restricciones a la competencia).
(Publicado en El Confidencial)
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