La dificultad para combatir la deflación y para hacer llegar el dinero a la economía real eficazmente hace que cada vez más economistas se apunten a la solución fácil, crear más dinero y entregárselo directamente a la población para impulsar el consumo.
La historia nos demuestra que darle a la máquina de hacer dinero no es un remedio a los problemas económicos. Normalmente estas prácticas han aumentado el consumo rápidamente, pero a medio plazo han disparado la inflación y la desconfianza hacia las divisas.
Es importante diferenciar la inflación causada por un aumento de la demanda (actividad económica), que generan normalmente las bajadas de tipos de interés, de la inflación provocada por aumento directo de la oferta de dinero (dar a la máquina). La segunda es mucho más dañina para la confianza y el crecimiento. Tampoco es lo mismo aumentar la liquidez bajando los tipos de interés mediante la compra de títulos de deuda (prestando) que entregando dinero a la población o al estado (regalando). La magnitud del impacto en la inflación es muy diferente.
No obstante, es cierto que actualmente es necesario inyectar más dinero para evitar la deflación y estamos lejos de los males del exceso de oferta monetaria. Aun así no sería buena opción.
Los planes de estímulo del gasto público (como el Plan E aplicado en 2008) o del consumo privado suelen generar un crecimiento efímero que cuando termina su efecto deja al descubierto una mayor debilidad económica.
Algunos consideran que el resultado de regalar dinero es similar a bajar los impuestos. No tiene nada que ver. Regalar dinero es algo puntual y la bajada de impuestos es algo que los ciudadanos consideran estable hasta nuevo aviso. Por otro lado, los impuestos son un gravamen a la actividad y para beneficiarse de una bajada de los mismos hay que generar ingresos (contribuir al crecimiento).
Mucho mejor funcionan los incentivos positivos para quienes impulsan la actividad económica. Un ejemplo de incentivo positivo es bajar los tipos de interés porque reduce los costes financieros de las empresas. Cuando el BCE ofrece financiación a tipos negativos a las compañías también es positivo porque está subvencionando la actividad económica. En general, este tipo de medidas tienen un efecto más duradero, generan más confianza y mejoran la formación y experiencia de los trabajadores y directivos (capital humano). No obstante, el momento de retirar los estímulos también es delicado.
Por otro lado, los bancos centrales no pueden solucionar los problemas estructurales con la política monetaria, por lo que sigue siendo imprescindible realizar reformas económicas que contribuyan a mejorar la confianza de empresarios y consumidores.
En cualquier caso, si hay que inyectar dinero en la economía para velar por la estabilidad de precios siempre será preferible utilizarlo para incentivar la actividad que para estimular el consumo. En otras palabras, mejor fomentar la utilización de cañas de pescar que entregar peces directamente. A quienes proponen repartir dinero alegremente debemos preguntarles ¿y cuando se acabe el efecto qué? ¿otra ronda? ¿y después?
Termino comentando una curiosidad. Es llamativo que algunas de las voces que más abiertamente proponen el helicóptero monetario al BCE (Financial Times, Nordea) provengan de la Unión Europea pero de fuera de la eurozona. Reino Unido y Suecia se beneficiarían también de un incremento del consumo debido a su elevada relación comercial con la unión monetaria. Sin embargo, un incremento de la competitividad de las compañías de la eurozona (menores costes) dañaría a sus empresas. Es evidente que lo que ellos prefieren no le interesa a la unión monetaria.
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