Lenta, pequeña y vulnerable. Así era la Comunidad Económica Europea (CEE) que echó a andar en 1957 tras el tratado de Roma. Empezaron 6 países, hoy la integran 28. Apenas tenía estructura, hoy la supremacía normativa de las instituciones europeas es indiscutible. Las directivas comunitarias y las decisiones del tribunal de justicia europeo se aplican en todos los estados miembros.
Resulta sorprendente ver cómo poco a poco y con enorme esfuerzo ha llegado donde está. La coordinación de muchos países heterogéneos culturalmente y con distintos grados de desarrollo no es sencilla. Además, la falta de integración política hace que surjan fácilmente movimientos capaces de romper con la unión.
En 1999 echó a andar otra tortuga, la unión monetaria. Comenzaron 11 países y hoy la integran 19. A pesar de los años de preparación y del esfuerzo previo en convergencia económica, también nació lenta, pequeña y vulnerable. De partida solamente se creó una institución propia de la eurozona, el Banco Central Europeo. La crisis del euro (2010-2013) la ha hecho algo más fuerte. Se ha creado un supervisor bancario único y un mecanismo único de resolución de entidades. Por otro lado, se avanza para crear el fondo de garantía de depósitos europeo y una completa unión bancaria.
Sin embargo, el euro sigue siendo vulnerable. Requiere de instituciones propias y un grado superior de integración económica y política. El Eurogrupo es el organismo con mayor poder de decisión, sin embargo es de carácter informal. No está recogido en ningún tratado y sus decisiones no tienen por qué publicarse.
El PIB de Reino Unido es superior a la suma del PIB de los otros ocho estados que están en la Unión Europea fuera del euro. Por ello, el acuerdo alcanzado el pasado viernes con este estado debe sentar las bases de una Europa a dos velocidades. Ayudará a establecer cómo se relacionarán los países que están dentro y fuera de la moneda única.
Queda patente que en Europa siguen mandando los grandes y mientras no haya unión política los países pequeños son ignorados y sus ciudadanos son ”europeos de segunda”. El ejemplo más claro es el experimento financiero que se hizo en 2013 en Chipre. Se anunciaron quitas a todos los depósitos bancarios, aunque finalmente solo los depositantes de más de 100.000 euros perdieron (quita del 47,5%). En un estado de mayor tamaño no habría ocurrido. Sin embargo, hay muchas más evidencias de trato desigual. Basta observar quienes fueron los primeros en saltarse los límites de déficit sin penalización (Alemania y Francia) o comprobar las diferencias en las condiciones aplicadas a los países y sectores financieros que se rescataron durante la crisis del euro.
Si el Reino Unido en referéndum vota seguir en la UE, se consolidarán dos niveles estables de unión. En tal caso, la eurozona deberá contar con sus propias instituciones que le permitan seguir avanzando y fortaleciendo al euro. El grado de integración económica y política que necesitan alcanzar los países que comparten divisa es superior a la del resto. Para conseguir unas instituciones fuertes y transparentes será necesario firmar y ratificar nuevos tratados.
Un ejemplo de la falta de instituciones y capacidad de acción de la eurozona ha sido el retraso en el lanzamiento del plan de compras de activos (Quantitative Easing) del Banco Central Europeo (2015) respecto a los de la Reserva Federal (2008) y del Banco de Inglaterra (2009). En consecuencia, se ha tardado más tiempo en recuperar la confianza que se perdió en la crisis de crédito. En la eurozona ha hecho falta que nos pongamos de acuerdo para permitir que el BCE pudiera comprar deuda pública de los estados miembros de forma masiva. Un acuerdo que consiste en que el 80% de riesgo lo asume cada estado y el 20% el BCE (la eurozona en su conjunto).
En los próximos meses veremos si el BCE está a la altura y puede aumentar la cantidad de dinero en circulación para poder velar por la estabilidad de precios y evitar la deflación. Debería hacerlo sin bajar más los tipos comprando activos y entregando euros. Esta vez los estados miembros no tienen los intereses encontrados y les será más fácil llegar a un acuerdo sobre qué tipos de activos puede comprar el BCE con el dinero común. En cualquier caso, si hubiese un Tesoro común de la eurozona con reglas claras de funcionamiento sería más fácil.
La eurozona seguirá los pasos de la Unión Europea. Debe crear un marco institucional fuerte, transparente y seguro que beneficie a los estados miembros frente a los que se queden fuera. De esta forma acabará atrayendo hasta a los más euroescépticos. Europa no puede competir con el resto del mundo en mano de obra barata, pero sí puede aspirar a ser el lugar donde cualquiera quisiera vivir y en el que toda empresa deseara establecerse.
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