El libro “Why Nations Fail” de Daron Acemoglu y James A. Robinson nos recuerda los éxitos y fracasos de las primeras colonias españolas e inglesas en América. Para los autores, fueron el germen de las diferencias económicas existentes hoy entre los países latinos y anglosajones del nuevo continente.
En 1609, el gobernador de la compañía inglesa de Virginia, que no podía financiarse con oro y plata como las colonias españolas y que tampoco consiguió sacar partido de los pocos nativos de la zona, decidió obligar a los colonos ingleses a trabajar forzadamente bajo un sistema draconiano. Castigaron con la pena de muerte a quien intentase huir, a quien robase comida y a quien encontrase oro, plata o cualquier otro mineral y se lo quedase o vendiera en su beneficio. El resultado fue un absoluto fracaso.
Actualmente, el BCE y el Banco central de Japón están tratando de que fluya el crédito hacia la actividad productiva con tipos de interés negativos. El tipo oficial del BCE es ligeramente positivo (0,05%), pero la tasa de depósito está en el -0,30%. Comprar deuda alemana y japonesa a plazos inferiores a 8 años cuesta dinero. Además, una parte cada vez más significativa de las emisiones de deuda privada en euros y yenes cotiza con rentabilidades negativas.
Por el contrario, la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra buscan el mismo objetivo con tipos de interés bajos, pero positivos. Los tipos oficiales están en el 0,5% en ambos países. Por su parte, la deuda pública y privada en dólares y libras ofrece rentabilidades positivas en todos los plazos.
El tipo de interés es el precio del dinero y, como en toda transacción, la variación del precio beneficia a una parte y perjudica a otra. No obstante, esta aproximación lógica no es la única que debe realizarse en este caso. Por ello, el análisis que realicé en verano del año pasado era incompleto y la conclusión errónea.
Los tipos de interés negativos representan una penalización por mantener el dinero parado y deberían incentivar a quienes lo tienen inactivo a invertir. Sin embargo, lo que realmente generan es mayor desconfianza y una menor canalización del ahorro hacia la inversión.
Invertir es arriesgar unos activos para conseguir un mayor valor futuro. Requiere esfuerzo y la convicción de que se va tener éxito. No obstante, cuando se toman decisiones bajo presión no se genera la sensación de seguridad necesaria. Esto hace que los propios tipos negativos provoquen incertidumbre en las entidades financieras. Prefieren pagar el coste que asumir más riesgos.
Por otro lado, los ahorradores conservadores están dejando el dinero parado ante la falta de alternativas de inversión razonables con poco riesgo. El retorno (tipo de interés) de estos activos es tan bajo o incluso negativo que, mientras no haya inflación, es sensato preferir tener el dinero inactivo.
Cuando disminuye la velocidad de circulación del dinero en transacciones comerciales (excluyendo movimientos puramente financieros) hace falta compensar aumentando la oferta monetaria para evitar que los precios bajen (deflación). Sin embargo, esa liquidez ya no se puede inyectar bajando más los tipos de interés. Por otro lado, la revolución tecnológica, la bajada del precio de las materias primas, las devaluaciones competitivas de muchos países y el menor crecimiento global provocado por la ralentización de China, también presionan los precios de las economías desarrolladas a la baja.
En consecuencia, parece que el BCE y el banco de Japón no van por buen camino. Y alguno más se puede equivocar. Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, sorprendió este jueves indicando que están estudiando las consecuencias de situar los tipos por debajo del 0% y no descartan implantarlos en el futuro.
Los tipos de interés negativos son contraproducentes. Es necesario subirlos hasta niveles positivos y realizar otras acciones monetarias para inyectar liquidez en el sistema con el fin de evitar la deflación. Por otro lado, se deben implantar políticas fiscales y reformas económicas que generen los incentivos adecuados para mejorar la confianza de quien se esfuerza (trabaja e invierte).
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