(Publicado en El Confidencial)
Durante los últimos 18 meses hemos oído muchos llamamientos del gobierno y otras organizaciones para que bajen los precios de la gasolina en línea con la caída del precio del petróleo. Se ha hablado de manipulaciones, subidas más rápidas que las bajadas y aumentos de márgenes.
No entro a valorar si los precios son altos o bajos porque seguro que hay muchas formas de justificar una cosa y la contraria utilizando la contabilidad de costes. Lo importante es que, si se tiene la sensación de que los precios son demasiado elevados, se actúe correctamente. Cuando el mercado fija los precios, éstos no bajan porque se hagan declaraciones, manifestaciones de consumidores o se mantengan reuniones con los empresarios.
Los factores que afectan son la competencia, la transparencia, la información de los consumidores, los costes (incluidos impuestos), la calidad del servicio y la eficiencia del sector al ofrecer el bien. Si hay suficientes competidores, no se pactan precios, hay transparencia en la comunicación de precios y el consumidor está informado, la formación de precios será eficiente.
Por lo tanto, en este tipo de situaciones lo que se debe hacer desde el gobierno es ladrar menos y morder más. Por morder me refiero a legislar para fomentar el incremento de la competencia, para evitar de una manera efectiva el pacto de precios y para aumentar la transparencia de los mismos. En otras palabras, el consumidor debe tener la sartén por el mango. Cuando esto sea así, se podrá animar a las gasolineras a subir el precio y decidirán no hacerlo.
Veamos ahora como en otros sectores ocurre lo mismo. Sobretodo en aquellos muy regulados (financiero, eléctrico, telecomunicaciones, etc). Las elevadas barreras de entrada permiten que aparezcan oligopolios con lobbies lo suficientemente fuertes como para impedir que los gobernantes se atrevan a abrir a la competencia su mercado cautivo. Las presiones consiguen que habitualmente se anulen las multas fijadas por la CNMC a quien manipula precios o dificulta la competencia.
Estos grupos de presión se sientan a negociar con los reguladores y, de cuando en cuando, aceptan pequeñas cesiones a los consumidores. De esta forma los sectores mejoran en el largo plazo, pero la cuota de mercado de los grandes se mantiene.
Cuando hay poca competencia, las subidas de precios son rápidamente seguidas por las demás empresas del sector. No hace falta pactar. Todos saben lo que significan determinados gestos. Un ejemplo reciente son las comisiones de los cajeros. El gobierno saliente las ha retrasado hasta después de las elecciones. Veremos qué ocurre a partir de ahora.
Los motivos que se utilizan habitualmente para justificar la no liberalización los mercados dominados por oligopolios son los puestos de trabajo de quienes están en esas empresas y la bajada de la calidad del bien o servicio. La práctica demuestra que estos argumentos no describen la realidad.
Pongamos un ejemplo. El 1 de enero de 2003, para fomentar la competencia, se permitió que los partícipes (inversores) de los fondos de inversión pudiesen cambiar de fondos sin tributar en ese momento por las plusvalías. Antes de esa fecha, si un partícipe quería cambiar su fondo de inversión por otro tenía que pagar a Hacienda por los beneficios acumulados hasta ese momento. Por lo tanto, si alguien quería llevarse sus ahorros a la competencia se veía obligado a disminuir el capital disponible para invertir. Por si fuese poco, en esa misma fecha se estableció que cualquier traspaso de fondos debía estar exento de cualquier tipo de comisiones aunque se traspase a otra entidad (costes de salida eliminados por ley). En consecuencia, desde entonces los ahorradores ya no están cautivos por motivos fiscales o comisiones y pueden decidir llevarse en cualquier momento su dinero a la competencia. El resultado ha sido la mejora general de los productos y no se han producido despidos generalizados.
Muchos dirán, con razón, que el sector de fondos de inversión es todavía muy mejorable. Aquella reforma no solucionó todo. Hay que volver a legislar para terminar de entregar la sartén por el mango al ahorrador. El principal obstáculo es la falta de transparencia en el precio que se paga por cada servicio y la situación es la de siempre. Los reguladores (comunitario y español) quieren mejorarlo (Mifid 2) y los lobbies presionan para retrasar la reforma y minimizar su alcance. Parece que van ganando la batalla los segundos porque le dedican más recursos (tiempo y dinero).
Termino con una comparación que considero que refleja muy bien cómo se debe enfocar la política económica. Se la escuché a una persona muy próxima al gobierno (ahora en funciones) en una conferencia que hizo ante empresarios hace unas semanas.
La realidad económica de un país se asemeja a encontrarse al gigante Gulliver tumbado en la playa y atado por muchísimos hilos finitos que sujetan los enanos liliputienses. Un hilo por sí solo no inmoviliza al gigante, pero miles sí. El gigante representa el interés general y los hilos los intereses de determinadas personas. Una buena política económica consiste en ir cortando uno a uno esos hilos, recibir el suave aplauso general y soportar el enérgico enfado de los enanos a los que les has cortado su hilo. El principal problema es que habitualmente los enanos tienen más recursos económicos e influencia que quien se enfrenta a ellos cortando su hilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si comentas como usuario anónimo indica un nick o seudonimo para que otros lectores puedan referirse a ti o a tu comentario.