La semana pasada escribí sobre la contribución del sector financiero a la economía real. Un lector indicó en los comentarios que la explicación era buena para un niño de 15 años, pero que podía haber ido un poco más lejos. Estoy de acuerdo en que es un tema lo suficientemente interesante como para profundizar algo más aunque se complique un poco. Seguiré tratando de exponerlo de una manera sencilla, pero si a alguien le suena a chino le recomiendo el artículo anterior.
Por otro lado, aclaro la apreciación de mi amigo, ingeniero y con MBA. Cuando me dijo en 2012 que el sector financiero no aportaba a la economía real se refería a que no producía directamente, no a que no fuese útil. Él entendía que lo que una empresa produce (contribución al PIB) es la diferencia entre el valor de los productos terminados (outputs) y el de las materias primas (inputs). Sin embargo, no terminaba de ver la contribución de los servicios financieros porque no los incluía donde deben estar, junto con todos los inputs. En los inputs hay que considerar todos los bienes y servicios que recibe la empresa (materias primas, alquileres, servicios de limpieza y mantenimiento, abogados, consultores, servicios financieros, auditores, etc).
Por el mismo motivo, en aquella conversación me reconoció que él sabía perfectamente qué valor le aporta a sus clientes, pero tampoco tenía claro cómo contribuía su propia empresa al PIB. La empresa que fundó y dirige se dedica a ofrecer servicios a empresas. Mi amigo no veía la aportación a la economía real de los servicios de su empresa porque no los estaba considerando como un input necesario de sus clientes.
A raíz del artículo de la semana pasada me hizo una pregunta interesante y relacionada, ¿cuál es el trozo del pastel que la parte financiera debe quedarse?. Según su visión, en España al menos, se está quedando un trozo demasiado alto dado el nivel de riesgo y cuantías de las inversiones, que no favorece un emprendimiento de calidad y con altas miras como si puede suceder en otros países. En su caso particular, en 2013 vendió la mayoría de su empresa a un fondo de capital riesgo pero se mantiene al frente de la misma con su equipo. Me contó que si hubiese tenido más opciones en ese momento, otros fondos u otras vías de financiación, habría tenido mayor capacidad de negociación y habría diluido menos su participación, con la que incluso poder incentivar al resto de la plantilla. Contesté que si fuese cierto que esos fondos ganasen demasiado para el riesgo asumido aumentaría su número y la competencia porque las barreras de entrada para constituir este tipo de vehículos cada vez son menores. Por otro lado, le señalé que no todas las empresas acaban siendo tan buena inversión como la suya y que si no hubiese encontrado al fondo que invirtió en su empresa no habría podido crecer de la misma manera.
Un fondo de capital riesgo es un vehículo donde los ahorradores trasfieren su dinero para que invierta en empresas no cotizadas. Su objetivo suele ser estar unos años y después vender esa participación a otro inversor o a muchos, sacando la compañía a bolsa. Las posibilidades de inversión son muy amplias, pero a diferencia de los fondos de inversión tradicionales, los partícipes (ahorradores) no pueden entrar o salir de ellos cuando quieran, sino cuando se pueda. Como invierten en empresas no cotizadas, la valoración de las inversiones es siempre muy subjetiva, lo que puede dar lugar fácilmente a engaños si el fondo no está totalmente en liquidez al entrar o salir del mismo. Los fondos de capital semilla o los business angels desarrollan una función similar a los de capital riesgo pero invierten en negocios en la fase de proyecto o en empresas recién constituidas.
En operaciones en las que el ahorrador o el destinatario del capital son particulares, también la entidad financiera se queda con una parte demasiado elevada del pastel aunque exista competencia. El motivo es que el particular no exige (negocia), como lo hacen los profesionales por falta de transparencia y de conocimientos financieros. Si no exigimos, aumentamos la transparencia y mejoramos nuestros conocimientos financieros, el precio del servicio seguirá siendo muy elevado.
Un aspecto señalado por varios lectores del artículo de la semana pasada es la creación de dinero como aportación de la banca a la economía real. Resalto que la capacidad de crear dinero no es una función del sector financiero, para ello está el Banco Central Europeo. Es cierto que los bancos desempeñan ese papel y crean dinero porque son entidades muy endeudadas, sin embargo esa capacidad la tiene cualquier agente económico que pueda endeudarse.
Pongamos un ejemplo. Si un particular invierte 1.000 euros en un bono o préstamo (deuda) de Iberdrola para que la compañía cree un nuevo parque eólico. Iberdrola utilizará ese dinero para pagar su proveedor de molinos de viento (Gamesa por ejemplo) y éste a su vez paga a sus proveedores, etc. Ese dinero acaba llegando a varias personas o entidades y éstas podrían darle el uso que consideren. Pongamos que deciden reinvertir ese dinero comprando más deuda de Iberdrola. Ya tenemos 2.000 euros en deuda de Iberdrola. Si le damos muchas vueltas a este esquema concluimos que se puede generar tanto dinero como unos estén dispuestos a endeudarse y otros dispuestos a invertir. Los particulares normalemente invierten en bonos a través de fondos de inversión de renta fija, que pueden vender cuando consideren e ingresar su valor en la cuenta corriente en pocos días. Por este motivo, el BCE considera estos fondos dentro del agregado monetario M3.
En el sector financiero se realizan muchas operaciones que parece que no cumplen ninguna función productiva pero sí la tienen. Otro lector preguntaba qué sentido tiene que la mayoría del volumen de operaciones a nivel global sean compraventas de activos financieros. La liquidez desempeña un papel fundamental en la canalización del ahorro a la inversión. Los ahorradores necesitan saber que pueden recuperar su inversión cuando quieran y esta decisión no puede perjudicar a las empresas, por lo que deben poder vender sus activos a otros inversores. Cuanto mayor sea la liquidez, mayor será la confianza del ahorrador y menor será el coste del capital para las empresas.
En los mercados de capitales se utilizan activos financieros de deuda o capital adaptados a las necesidades de los ahorradores o de las empresas. Por ello, aparecen los bonos o préstamos garantizados, cédulas hipotecarias, titulizaciones, deuda subordinada, preferentes, bonos convertibles, acciones sin voto, etc. Por otro lado, existen instrumentos derivados (futuros, opciones, swaps, etc) que además de posibilitar que se realicen operaciones a medida de las necesidades permiten a los ahorradores y a las empresas limitar los riesgos asumidos.
Por último, destaco que no todas las inversiones financieras contribuyen a canalizar el ahorro a la inversión de una manera directa (primario) o indirecta (liquidez). Hay algunas muy alejadas de esta función cuyo principal propósito es realizar apuestas y solamente contribuyen a aumentar la liquidez de manera muy tangencial. Al igual que en los casinos, la lotería o las apuestas deportivas, en los mercados financieros también se puede ganar y perder mucho dinero jugando. Como consecuencia de esto, muchas entidades adecúan su oferta de productos y servicios a este tipo de demanda. Para explicar esto también, el artículo de la semana que viene tendrá como título ‘Tragaperras financieras’.
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