El crecimiento económico global se está viendo debilitado por dos causas. La primera es el exceso de producción de materias primas. La fuerte inversión realizada en los años de precios elevados y bajos tipos de interés han generado una sobrecapacidad que está ocasionando pérdidas millonarias a los productores. La segunda es la ralentización del crecimiento de China provocada por su incapacidad para seguir financiando las nuevas inversiones al mismo ritmo. La disminución del ahorro provocado por el incremento del consumo interno unido al escaso desarrollo de su mercado de capitales mantienen al gigante asiático entre la espada y la pared.
Estos hechos han provocado que los precios de las materias primas se desplomen y que las divisas de los países emergentes, Australia y Canadá se hayan depreciado significativamente frente al euro y al dólar. El menor coste de las materias primas y de los bienes que importamos para fabricar otros productos u ofrecer servicios hará descender el precio que llega al consumidor, es decir provocará deflación. Esto se añade a la presión de la revolución de las tecnologías de la información que vivimos. La mejora tecnológica también nos permite producir cada vez más barato y está presionando a la baja el nivel de precios.
¿Cómo nos afecta la deflación?
A corto plazo de manera positiva. La deflación aumenta nuestro poder adquisitivo. Con los mismos ingresos podemos comprar más bienes y servicios.
No obstante, a medio y largo plazo aparecen tres consecuencias negativas. La primera es la disminución del consumo por el retraso de las decisiones de compra. Si el precio va a bajar, espero a comprar. Ese es el razonamiento que harían los ciudadanos. Si la bajada del consumo fuese significativa se trasladaría a una caída de la inversión, de la contratación y de los salarios.
La segunda consecuencia es el aumento del valor real de las deudas. Las personas, empresas y organismos públicos tendrían que hacer mayores esfuerzos parar devolver sus deudas porque el valor de las mismas no disminuye cuando se deprecian otros bienes.
La tercera, y en mi opinión la peor, es el efecto que provoca en el mercado laboral debido a su rigidez. Al no poderse subir los salarios nominalmente, se hace muy complicado premiar el esfuerzo. Pongamos un ejemplo. Pensemos en una empresa con dos trabajadores, uno más productivo que el otro, donde el empresario podría realizar subir la masa salarial un 2% por encima del IPC. Con una inflación del 4% podría subir el salario del empleado más productivo un 10% y el salario del menos productivo un 2%. De esta forma, habría subido la masa salarial un 6% y estaría incentivando a los dos empleados a realizar el mejor trabajo posible. Sin embargo, si hubiese una deflación del 2%, el empresario deberá congelar los salarios de los dos empleados para realizar la misma subida real (descontada variación de precios) a su plantilla. La legislación laboral no le permite bajar el salario un 4% a un trabajador para subírselo al otro. En este caso, el empresario no estaría premiando el esfuerzo y desincentivaría a los dos empleados en la mejora de su desempeño.
A nivel macroeconómico, agregando millones de empresas y trabajadores, el efecto sobre la economía es enorme. Nos encontraríamos con las empresas atadas a unos trabajadores que no están motivados y a los empleados frustrados porque no ven opciones ni razones para progresar en sus empresas.
¿Qué podemos hacer para evitar la deflación?
La deflación es un fenómeno monetario que únicamente el Banco Central Europeo puede combatir de una manera eficaz porque es quien controla la oferta monetaria.
Solamente tiene que aumentar la cantidad de euros en circulación para que no caigan los precios. Aunque los tipos de interés estén prácticamente en el 0%, tiene varias opciones. Puede aumentar la cantidad de activos que compra mensualmente (Quantitative Easing), alargar el plazo de las compras o, lo que en mi opinión es preferible, actuar sobre las expectativas de inflación sin tener que aumentar el balance del banco central.
El mandato de BCE es velar por la estabilidad de precios, tiene las herramientas para cumplirlo, los intereses de todos los estados miembros de la eurozona están esta vez alineados y su presidente, Mario Draghi, ha declarado que hará todo lo necesario para elevar las expectativas de inflación al 2%. Por lo tanto, considero muy probable que el BCE implante una política monetaria todavía más expansiva que la actual para que no encallemos en la deflación.
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